miércoles, 24 de octubre de 2012

Nómada


Soy sólo el recuerdo
de lo que nunca fue,
el sueño del tal vez,
y la esperanza del olvido.
Soy un nómada de vidas
que no espera permanecer,
pues me doy por perdido
en el espejismo de pertenecer.
Una brisa que te acaricia
perdiéndose en la sensación
de una vida que es mentira
y no admite ninguna revolución.
Una mezcla de diversión
con sueños de inclusión,
realidades sin luto,
sentimientos en bruto.
Que esperan poder nacer
cuando al fin logres entender
que el nómada en mí
hoy por tí, quiere morir.
Soy todo eso y mucho más,
o al menos, eso quiero ser,
pero nunca me descubrirás
pues prefieres el tal vez.

Morir por amor


Muero por sentir tu amor
y vivo sin poder gritarlo.
Hoy el sueño murió,
¿Podré algún día sentirlo?
Todo es tan hermoso
y a su vez doloroso,
cuando la vida se acaba
y el amor muere sin saber
si algún día escucharé
de tus labios decir,
te amo y te amaré,
¿Acaso es mucho pedir?
¡No!, ya es tarde, todo acabó
mi corazón es un viejo motor
que en mil pedazos estalló
pidiendo tan solo,
un poco de amor.

Recuerdos


En una mañana como ésta
me enteré que ya no había
recuerdos que se parezcan
a los forjados aquel día. 

Formados por alegrías
que ese amor traían,
disfrazadas con pereza
pero que alejaban la tristeza.

Eran una sonrisa y una caricia
que se escapaban sin prejuicios
y de a poco se transformaban
en una especie de vicio.

 Uno que no controlaba
y tampoco quería controlar,
a tu lado solo disfrutaba
de una realidad sin soñar.

Pero el destino te alejó
y el tiempo nos perdió,
ahora solo quedan recuerdos
de lo que alguna vez sucedió.


Donde sea que estés
quiero que recuerdes
que nunca te olvidaré
y tuyo siempre seré.

Impotencia (o Tu presencia)


Cuando por azar te encuentro
mi mundo tiembla sin control
es como si supiera que es cierto
que sin tí no existe amor.

Mis palabras se escapan
como un tímido susurro
pues tu presencia desmorona
hasta el más alto de mis muros.

Como un barrilete sin destino
mi esperanza se pierde contigo,
eliminando cicatrices del pasado
con la sonrisa de un enamorado.

Ojalá conociera la manera
para escapar a tu embrujo
y así deshacer toda la pena
que me dá el no ser tuyo.

Un encuentro con mi otro yo


Estaba sentado en el borde de la ventana contemplando el silencio y las razones de una vida completamente vacía, y porque negarlo, también el suicidio.  Había llegado a ese punto tras una vida de continuo fracaso, de continuas decepciones. No sentía que existiera esa luz al final del túnel.

Cada vez que sentía el impulso de lanzarme al vacío había algo que me detenía. Estuve en esa misma situación durante horas.  Cuando de un momento para otro, sin anunciarse, me encontré conmigo mismo. Estaba sentado a mi lado, creo que el derecho era. Me miré extrañado, al principio pensé que era un reflejo en la ventana. Mi mente estaba totalmente fuera del foco de la realidad, por lo que volví a mirar. Pero allí estaba, tan real como la idea del suicidio.

El silencio reinó durante esos minutos que me quedé atónito observándome, no así mi mente que corría a velocidades inéditas. ¿Me había vuelto loco? ¿Importaba? Mi otro yo me miraba fijo. Sin pronunciar palabra. La tensión que esto generaba me llevo a hablar. El primer intento falló, mi boca no respondía. Pero con un poco de insistencia mi cerebro logró dar las órdenes apropiadas para que la boca funcionara.

-          Hola.
-          Al fin me dirigís la palabra. Que te pensás que soy, ¿una estatua?
-          No, es que encuentro difícil hablar conmigo mismo. ¿Por qué vos sos yo, no?
-          Ja Ja Ja… Si querés ponerlo de esa forma, claro, lo soy.

No supe que más decir. Él notó esto y empezó a divagar. Siempre mirándome a los ojos, creo que hasta sin pestañar.

-          Asique… ¿estás acá contemplando el suicidio no?. ¿Tan mal nos fue en la vida para que cometas tal estupidez? Mirá nene, la cosa esta sencilla, si te tirás por la ventana, lo único que vas a lograr es crear arte moderno en el suelo. ¡Que ganas de joder que tenés eh!
-          Pero….
-          ¡Callate! ¡Estoy hablando!

Intenté expresar mi enojo conmigo mismo, pero las palabras no salieron. Asi fue como el otro yo siguió hablando.

-          Vos te quejas de las penurias que te tocaron vivir, vos te quejas que no encontraste el amor, que no tenés un legado y no se cuanta otra estupidez, pero sos un cagón nene.. Un cagón. Y no intentes decir lo contrario, yo soy vos. Sé todo.  ¿Sabes que?
-          ¿Qué?
-          Si te tirás por la ventana no vas a lograr nada. Nadie va a llorar por vos. O ¿eso es lo que querés? ¿Qué lloren por vos? ¿Tan egocentrista sos?
-          Nunca lo había pensado de…
-          Ya sé que no lo pensaste, deberías ponerte a pensar en otras cosas en vez de las pelotudeces que pensaste en los últimos días.
-          Bue…
-          Bue.. ¡las pelotas! Mirá, es sencillo, acabo de venir de tu entierro… Bah! Entierro. Te cremaron ¿viste? La municipalidad lo hizo, nadie reclamo tu cuerpo, nadie se enteró de tu deceso. Nadie lloró por tu muerte. La vida continúo sin más.
-          Eso es deprimente. A nadie le importo.
-          Y ¡no! Si ni a vos mismo te importa, como le va a importar a los demás. Creo que estás a tiempo de salir adelante, pero no con esa actitud estúpida que estuviste tomando estos últimos años.

Me quedé pensando, recordando mis últimos años.  Viéndolos desde el punto de vista de mi otro yo, y tenía razón, había sido un cobarde. Rechacé ese viaje por miedo a lo desconocido, rechacé los intentos de acercarse de aquellas personas sólo para que no volvieran a lastimarme, había…

-          Ya te diste cuenta ¿no? Mi otro yo interrumpió me tren de pensamientos.
-          Creo que sí. Creo que podría..
-          No! A mi con condicionales no, cambiá ese podría por un puedo. Mirá yo ya me tengo que ir, me están llamando.  Empezá a hacer tu vida, empezá a vivirla, no me hagas volver.

Y así como había aparecido se fue. Y yo me quedé pensando al borde de la ventana. 

Demonios de soledad


El frío de la noche se acerca
y los demonios me acechan,
encuentran la forma de entrar
por esa ventana que olvidé cerrar.
Son los demonios de la soledad
que no me dejan descansar
aún cuando solo quiero volver
a enamorarme otra vez.
Como pensamientos furtivos
se aparecen en mi mente,
descartando así al olvido
que se aleja del presente.
Dejándonos a la oscuridad y a mí
en un campo minado de miedos,
alimentando todo lo que perdí
con imágenes de tí en sueños.
Sigo esperando encontrar
la forma de volver a empezar,
pero el frío no se va
y los demonios tampoco.

El monstruo con miedo


Desde hace ya mucho tiempo que estoy encerrado en este cubículo amante del caos. La ropa está tirada por todas partes, hay cosas que cuelgan del techo y bultos deformes en las esquinas. Esas cosas siempre me atemorizaron, están altas y lejos de mi alcance, y en la oscuridad se transforman en demonios que no me dejan descansar. De vez en cuando algo de luz llega a mi cuarto por entre los barrotes que me separan de la libertad e ilumina a esos demonios, pero a mí no me engañan, con la luz se convierten en otra cosa.

Hace mucho que no duermo, me la paso pensando en todo lo que me rodea, en lo que hay mas allá de los barrotes, todo me da miedo, me siento indefenso y caigo en un espiral de demencia terrorífica.

Pero por sobre todas las cosas, lo que me da más miedo, es esa criatura extraña que de vez en cuando abre velozmente la puerta de barrotes de madera y arroja cosas dentro. Mayormente son bolsas con chucherías dentro. Nunca he podido verla bien, pues solo está en mi rango de visión unos pocos segundos.

Alguna que otra vez esa criatura extraña se olvida la puerta de barrotes abierta, y puedo observar el mundo exterior, pero solo se parece a un cuarto más grande, mucho más grande. Esos gigantes son extraños, me dan mucho miedo, mas del que alguna vez mi padre me enseñara a impartir.

Se que soy un monstruo, o así llaman los gigantes a los de mi clase; sé que debería asustar a los pequeños, pero no puedo, la mayor parte del tiempo me la paso acurrucado en una esquina.

Aunque recuerdo muy bien aquella vez que el pequeño gigante se olvidó la puerta de mi celda abierta, y en un acto de valentía y torpeza logré sentir por primera vez la libertad. Estaba todo oscuro, esto ayudó para que pudiera dar el primer paso. Fui saliendo de a poco, en ese momento todavía sentía miedo. Era todo nuevo. Por el rabillo de uno de mis ojos izquierdos logré ver en la distancia una tenue luz que se colaba por debajo de una gran puerta de madera, supuse que allí existía otro mundo.

Al principio dude en acercarme, pero todo estaba calmo, y la adrenalina que sentía me impulsó a acercarme. Iba lentamente, paso a paso, centímetro a centímetro, cuando sin anunciarse, la puerta se abrió de par en par.  Allí estaba el pequeño gigante, observándome, estudiándome. Ví  como sus ojos y su boca se abrieron completamente, si es que así llaman a esa arma letal que todos los gigantes tienen debajo de su nariz, y comenzó a gritar. Su chillido se sentía como puñaladas en mi oído, sentí mucho dolor y corrí lo más rápido que pude, de vuelta a mi prisión, a mi tortura, a mi lugar seguro.

Desde ese día, nunca más tuve el impulso de explorar ese mundo intermedio. Solo quiero estar en mi esquinita, acurrucándome, olvidándome de mis obligaciones y hasta a veces, sueño con poder terminar con esta miseria. Cerrar mis ojos, los veinte de ellos, y dejar que los demonios de mi celda finalmente me puedan alcanzar. Despojándome de todo este miedo, dejándome ser libre, verdaderamente libre por primera vez. Un segundo alcanzaría para sentir paz. Solo un segundo y todo terminaría. Creo que es hora de descansar.